Como ya imaginaréis, en Ocejo no hay parques infantiles, ni guarderías, ni nada de eso, pero a cambio, disponíamos de todo el pueblo para nosotros, y bien que lo aprovechábamos. El sitio de reunión era La Carrera, junto a la fuente que se ve apenas entrar al pueblo. Por las tardes nos juntábamos allí casi todos los niños y adolescentes para jugar, o charlar, o simplemente para esperar a que pasase algo, o llegase algún coche, porque antes no era muy habitual que llegasen turistas a Ocejo.
A veces hacíamos dos grupos y jugábamos a "Tres navíos" por todo el pueblo, cualquier lugar era bueno para esconderse. Otras veces jugábamos al pañuelo, o a la comba... Si había que merendar, íbamos a casa a recoger la merienda y volvíamos a salir. En casa no parábamos mucho tiempo. Paseábamos, o íbamos a bañarnos al río. Estábamos allí hasta que los labios se nos ponían casi morados del frío. Lo malo era que a veces enturbiábamos el agua que llegaba al pueblo, así que imaginad la gracia que les hacía a las mujeres que estaban lavando la ropa en el río; subían a regañarnos y se acababa la diversión. Casi siempre había alguno de nosotros que estaba marcado con alguna herida, eran los riesgos del juego. Nos lo curaban y a seguir jugando.
Antes no había televisión en todas las casas, así que cuando había algo que queríamos ver, nos presentábamos en la casa del que tenía la tele, sin esperar a que nos invitasen, porque confiábamos en que no nos pondrían ninguna pega, y lo veíamos allí, aunque lo de estar delante de la televisión era de las cosas que menos hacíamos. No había video consola, ni teléfono móvil, pero la diversión no faltaba. Supongo que al recordarlo ahora, el tiempo que ha pasado me hace olvidar si hubo malos momentos o discusiones, que seguro que los hubo, pero palabra que no recuerdo ninguno.
A veces hacíamos dos grupos y jugábamos a "Tres navíos" por todo el pueblo, cualquier lugar era bueno para esconderse. Otras veces jugábamos al pañuelo, o a la comba... Si había que merendar, íbamos a casa a recoger la merienda y volvíamos a salir. En casa no parábamos mucho tiempo. Paseábamos, o íbamos a bañarnos al río. Estábamos allí hasta que los labios se nos ponían casi morados del frío. Lo malo era que a veces enturbiábamos el agua que llegaba al pueblo, así que imaginad la gracia que les hacía a las mujeres que estaban lavando la ropa en el río; subían a regañarnos y se acababa la diversión. Casi siempre había alguno de nosotros que estaba marcado con alguna herida, eran los riesgos del juego. Nos lo curaban y a seguir jugando.
Antes no había televisión en todas las casas, así que cuando había algo que queríamos ver, nos presentábamos en la casa del que tenía la tele, sin esperar a que nos invitasen, porque confiábamos en que no nos pondrían ninguna pega, y lo veíamos allí, aunque lo de estar delante de la televisión era de las cosas que menos hacíamos. No había video consola, ni teléfono móvil, pero la diversión no faltaba. Supongo que al recordarlo ahora, el tiempo que ha pasado me hace olvidar si hubo malos momentos o discusiones, que seguro que los hubo, pero palabra que no recuerdo ninguno.
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