28 julio 2006

LA COMPRA

Cuando se oyó el claxon sonando a lo lejos, corrimos a avisar: "¡Ha llegado el señor Aniceto!", "¿Vamos a coger la vez, mamá?", y marchamos hacia el centro del pueblo, donde estaba parada la furgoneta blanca del señor Aniceto. Cuando llegamos ya había un par de mujeres, de las que vivían al lado de la carretera, charlando con él.

Todos los lunes sin falta llegaba en su furgoneta, una especie de ultramarino ambulante, lleno de comida y productos de limpieza. Traía de todo; era muy previsor y sabía lo que nos hacía falta. Sabía que mucha gente en el pueblo no tenía coche y que desplazarse hasta Cistierna para hacer la compra suponía mucho perjuicio, así que allí se agolpaba la gente esperando su turno. Y cuántas veces no se aprovechaba la compra para saludar a la gente que iba llegando en verano al pueblo y para ponerse al día las unas de la vida de las otras...

Y los mismo pasaba cuando sonaba el claxon del panadero. Llegaba dos veces por semana y aunque al principio de venir también paraba en el centro del pueblo, con el tiempo iba recorriendo con su Land Rover todo el pueblo y paraba en cada casa, así que sólo había que salir a la puerta para comprar el pan. "Yo quiero torta, mamá... ", "¿Trae bollos, qué más trae...?, era la rutina de cada día intentando conseguir algún extra. Y cuando lo conseguíamos entrábamos corriendo en casa, gritando y riendo.

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